jueves, 7 de febrero de 2013

Paperman

Siempre me encantaron los cortometrajes. Os quiero dejar este de Disney. Lo han sacado hace unos días y me parece precioso. ¿Le echáis un ojo? Cuando estás destinado a algo, parece que el universo se confabula para llevarte hasta ello.





La tapicería

La vida es una tapicería que se borda día a día con hilos de muchos colores, unos pesados y oscuros, otros delgados y luminosos, todos los hilos sirven. Las tonterías que hice ya están en la tapicería, son inmborrables, pero no voy a cargar con ellas hasta que me muerda. Lo hecho, hecho está; tengo que mirar hacia delante.

(El cuaderno de Maya. Isabel Allende).

jueves, 10 de enero de 2013

Volver a casa


Dicen que no hay números exactos, pero aún así no tenemos cara. Callejeros viajeros se encarga de ponerlas, pero sólo muestra la parte divertida de todo esto.

Tiene sus momentos complicados. Esto no es España ni mucho menos, y el calor de la gente del sur se echa demasiado en falta. Pero lo mejor de estar fuera es cuando vuelves a casa. Cuando vuelves por Navidad. Esa sensación que te recorre cuando pones un pie en el aeropuerto y ya comienzas a percibir el olor de casa en tu mente. Cuando te acercas a la ventanilla y dejas la maleta llena de regalos para recibir tu tarjeta de embarque. 
Paseas tranquilamente por las tiendas que inundan el aeropuerto. Decides tomar un café y leer un poco de esa novela que te tiene tan enganchada, pero no puedes concentrarte realmente. Ves a la gente pasar y comienzas a percibir el sitio donde estás como extraño, volviendo a sentirte muy cerca de tu tierra aunque aún estés a miles de kilómetros.
Es relativamente fácil y barato viajar para emprender una aventura en otro país y sabes que al menos una vez al año irás a ver a los tuyos, pero comienzas a sentirte lejos de ellos cuando estás en el aeropuerto. Sólo 4 horas y estarás en casa, las 4 horas más largas en mucho tiempo.


Recuerdas el olor a las lentejas y al arroz con leche de tu madre que te tiene preparados para cuando llegues. Las cenas de Navidad que tanta pereza les dan a algunos se vuelven un momento que imaginas una y otra vez en tu cabeza. La sopa y carne que no se prueban porque todo el mundo está lleno gracias a los entrantes que puso tu abuela dejando la mesa sin un huequito libre. Empezar a cenar a las 11 de la noche como buena familia andaluza que no para de charlar en la cocina cuando todos van llegando, ya que es el centro de cada reunión familiar. Mi abuela siempre se pregunta el porqué. El coñac haciendo de las suyas entre mis tios y las caipirinhas fluyendo entre los jóvenes. Partidas al trivial y al scattergories que acaban con controversia, y rondas al SingStar en las que ganan los que menos oido tienen.
 Olvidar las cenas a las 6 y media de la tarde para pasar a ocuparlas con café y buena compañía entre amigos. Barbacoas al sol y paseos por la playa.

Todo eso mientras te alejas de la cerveza negra y tanta gente increible que has conocido compartiendo unas pintas. Dejando el puré de patatas para volver a comer patatas fritas, relegando las manzanas a los postres y no mezclándolas con la carne en forma de salsa. 

Tu asiento está justo en el ala, pegado a la ventana. Puedes ver la pista de aterrizaje y la lluvia cayendo sin cesar sobre la ventana. El piloto anuncia el despegue y el niño de al lado te ofrece un caramelo. Lo aceptas y entablas una conversación con él. Le gusta ir a España en Navidad. Le gustan los Reyes Magos y coger caramelos por las calles de la ciudad la noche antes. 

El avión comienza a moverse, cogiendo más velocidad a cada segundo. Antes de que te des cuenta ha despegado y te encuentras entre nubes sin poder ver nada. Pero son sólo dos minutos. 

Al segundo siguiente puedes ver una capa de nubes que se extiende bajo el avión y el sol brillando en el cielo. Ya no hay lluvia. El sol esta ahí para acompañarte hasta el sur. Hogar, dulce hogar.



martes, 11 de diciembre de 2012

Me faltan algunas luces

Que las cosas están jodidas en nuestro amado país no es ninguna noticia nueva que os dé. Nos enseñan desde pequeñitos que si queremos y vamos a por ello, podemos. Pero nos mienten, muchas veces no es cierto. Nada cae del cielo y si estamos sentados las oportunidades no van a llegar tocando a la puerta como si fueran los Reyes Magos. 
Hemos visto el nivel de vida de nuestros padres, estamos acostumbrados a eso. Yo también quería terminar de estudiar, conseguir unas prácticas y poder tener un magnífico puesto de trabajo con vacaciones pagadas y prestaciones adicionales. Pues no, esa época ya pasó. Nos jodemos un ratito, señores.

Pobres de los que  nos pegamos tortas por conseguir un trabajo como becario, en el que cobras una miseria si es que te pagan algo y en el que acabas en la puñetera calle una vez han pasado los 6 meses. Eso sí, tienes experiencia. Pero la próxima oferta que encuentres será para becarios con experencia. Sí, ya puedes aspirar a algo mejor, piensas. Te jodes otra vez, porque resulta ser el mismo trabajo basura en el que lo único que pretenden es ahorrarse un dinerito.

Como yo soy muy chula y ya me estaban tocando las narices, me fui. Porque encima piden inglés hasta para estar de cajera en el supermercado de tu barrio. Aunque no lo uses, pero es que son tiempos modernos y queda muy chic en el anuncio de la oferta de empleo, ¿o no?.

A veces de chula me paso, pero en la mayoría de las ocasiones me faltan luces. Cuando me emperro en algo, no hay forma de sacarlo de la cabeza. Y así fue cómo llegué en avión a Irlanda dispuesta a trabajar de Au pair dándolo todo.
La reacción de mis amigos fue: "¿A tí se te ha ido la pinza? creo que es lo último que te hubiera imaginado haciendo".  Todo tiene un pero y también lo hay en este caso. Me vine de au pair a aprender inglés, peeeeeero... no me gustan los niños.

Los aguanto a ratitos, pero siendo igual que mi padre, no aguanto las llantinas, los berrinches y si tengo que aguantarlos más de una hora comienzo a enloquecer. Pues bien, ahí podéis observar a lo que me refería cuando decía que muchas veces no tengo luces.
Venía para 9 meses, que se van a quedar en 6 tras la recapacitación oportuna. Ojalá sean menos si consigo encontrar otro empleo.

Esto tiene sus momentos geniales, algunas veces. Vivo en medio del campo, rodeada de vacas. Aunque la mansión donde vivo sólo pueden permitirsela gente con mucha pasta en España, tipo Amancio Ortega, vivir aqui aislada es una pesadilla a veces. Siempre he sido muy independiente y aquí tengo las alitas cortaditas, porque aunque están forrados no me dejan ningún coche y los autobuses por aquí pasan como cada 6 horas.

Esta es mi vida ahora: llena de anécdotas con enanos, historias sobre vacas, fines de semana en la ciudad conociendo el terreno y mejorando el inglés, junto con un peligroso aislamiento que a veces conduce a estados depresivos.
De todo se aprende, dicen.

sábado, 8 de diciembre de 2012

El sexto sentido

Me gustaría que veais este video que dura muy poquito. Se trata del comienzo de una película que ví hace poco. No demasiado buena. Siendo totalmente sincera bastante mala, pero al caso nos viene al pelo.



Si tenemos nuestro más básico sentido común, que nos dice que no, y además un sexto, que nos indica claramente que la presa que nos estamos fijando nos va a llevar de cabeza al fracaso, ¿por qué nos empeñamos en seguir apostando por algo que está claro que nos va a llevar por las calles de la amargura?
¿Masoquismo? Pero desde luego, no el tipo de masoquismo que estamos todas devorando en la trilogia  de nuestro más que sublime amante soñado: Christian Grey.

Es algo que no aprendemos. Además de ponerle más empeño cuando todas las señales del universo nos mandan un NO que vería hasta el más obtuso, siempre volvemos al mismo patrón de comportamiento.
Tengo una amiga que siempre se fija en aquellos hombres que muestran claramente que se van a acostar con ella y adiós muy buenas. Otra, siempre se fija en esos chicos buenos con los que puedes tener una relación y de hecho, eso es lo que buscan en una mujer. Y aquí no veréis el problema, pero lo veréis si os explico que ella no quiere una relación ahora mismo y con todo áquel que se acuesta acaba babeando por ella y pidiéndole una oportunidad. Os aseguro que no estoy exagerando.

Todas tenemos un patrón, un talón de aquiles, un tipo de hombre del que nos sentimos atraídas sin ningún remedio. Pensad un poco en ello y veréis como llevo razón.

¿Por qué nos negamos en escuchar a nuestro sexto sentido? ¿Por qué siempre tenemos que acabar las historias con una amiga diciéndonos: "no era para ti", "no ha sabido valorarte" y otras declaraciones de ese tipo? ¿No lo sabíamos ya nosotras en el fondo? 

  
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